La pizza gana al brócoli por goleada cuando tu paladar tiene la palabra. Nuestro cabeza rechaza la mayoría de cosas verdes, menos a Hulk. Pero todos tenemos esa vocecita en nuestro interior, llámala ángel, llámala Pepito Grillo que se apoya en tu hombro derecho para darte un buen consejo. Intenta disuadirte antes de que la grasa comience a chorrear por la comisura de tus labios… pero no cedes ni aunque te recuerden tu propósito de fin de año o te adviertan de que la operación bikini acecha a la vuelta de la esquina.
Pero… ¿por qué siempre tienes ganas de pizza y no de brócoli?
- Tienen muchos ingredientes, formas y colores chachis.
El verde del pimiento, el rosa del bacon, el rojo del tomate, el amarillo del queso, el negro de las aceitunas…
Se nos hace la boca agua sólo de pensarlo… Y a Homer de una forma extraña también…
- Se puede comer con las manos
A ver, por poder, podemos comer un brócoli con las manos pero… Nuestros padres nos matarían (años de esfuerzo por enseñarnos modales en la mesa serían en vano) y todo el mundo nos vería raro.
La pizza te permite darte el atracón hasta reventar, sin utilizar siquiera los cubiertos. Seguro que de este placer ha salido la expresión: “me gusta más que comer con los dedos”, ¿no?
- Huele bien a kilómetros
Es evidente que también comemos gracias al olfato. Acabas de descubrir el motivo por el que te mueres por un donuts de chocolate, pero no se te erizan los pelos de los brazos al oler un espárrago. Además, tanto la pizza como los donuts son dos fijos en el menú de todo evento divertido que se precie y de cualquier piso de estudiante. ¿O acaso vas a poner a hervir un par de brócolis para jugar una partidita de Fortnite con tus colegas?
- Facilidad y comodidad en la cocina
Llegas cansado del trabajo, o de la vida. No te apetece nada ponerte a cocinar y mucho menos a manchar, eso lo dice tu cerebro, pero seguro que la cocina está más sucia que el Bar de Mou. Pero claro, con la pizza tienes dos opciones. Abrir el envoltorio, meterla en el horno (la pizza, eh) y esperar 10 minutitos. O bien, llamar a tu pizzero o pizzera favorito mientras esperas siendo productivo/a en el sofá.
A estos motivos podemos añadirle el definitivo. ¡Tu infancia! Asociamos los sabores de ciertos alimentos con recuerdos. El chocolate siempre ganaba al arroz, los helados al pescado… Y varias décadas después (a no ser que seas un jovenzuelo/a), nada ha cambiado. La madurez trata de incorporar a tu dieta alimentos como el brócoli, y otros platos no tan apetitosos, pero sí más saludables. Por lo que debes ser ingenioso y proponerte una solución.
Por ejemplo, elaborar una receta en la que la masa de tu pizza lleve brócoli, aunque solo sea un poco.
¿Se te ocurren más ideas? :D